¿CÓMO INCORPORAR EL USO DE SIMULACIÓN EN LA CURRICULA?
El mínimo nivel de competencia según la clasificación de Miller (1990) es el correspondiente al saber, luego al saber cómo, el mostrar cómo y por último el más elevado, correspondiente al “hacer”; en las últimas décadas se ha generado un cambio en los diseños curriculares tomando importancia relevante el “hacer”, dentro del proceso de formación, requiriendo estrategias didácticas que desarrollen el “mostrar como” y el “hacer”. No se concibe la simulación como algo aislado, ocasional y electivo en el proceso de formación. Si el deseo es evidenciar competencias utilizando la simulación clínica como estrategia didáctica, es fundamental plantearlo a través de una secuenciación curricular progresiva y pertinente con respecto a las competencias esperadas y de acuerdo con el nivel de formación del estudiante.
¿LA SIMULACIÓN TERMINA EN EL SIMULADOR?
El uso del simulador es sólo uno de los aspectos. Un simulador puede recrear determinadas situaciones o permitir prácticas de habilidades y/o destrezas. Pero un simulador por sí sólo no constituye de ninguna manera simulación en sí. El aprendizaje más importante no se realiza sobre el simulador, sino en otras instancias. Por lo cual hay que entender esta nueva práctica en su totalidad para no desaprovecharla.